Con nuevos bultos donde antes habían curvas, no podía agradecerle a su cuerpo el regalo que le hacía, a sus veinticinco años, de ocuparse de él. Tampoco faltaban los comentarios de las personas que la veían después de un tiempo: “¡Estas gooordita!” “¿Y esa barriguita?” “La buena vida ¿verdad?”. No le era fácil admitir que había cambiado y que ahora tenía que aprender a vivir consigo misma.
Ella había visto los bultos crecer; una vez intentó hacer algo al respecto pero éstos regresaron con más fuerza y ocupando más espacio. “Súper” Pensó antes de salir. Se miró. Suspiró...
El reto de sus veinticinco años le recuerda que es humana.
© 2012 Grecia Albornoz
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